Sydra, una nueva vida, una nueva luz

Sydra, es el posible nombre de mi nueva sobrina, que nació ayer en el Hospital Público de Tiznit. Hermosa, dulce como todos los recién nacidos, que te recuerdan la inocencia perdida, que te acercan a recuerdos no tan lejanos, y que te llenan de embargados sentimientos, en los que como adulto, revives los buenos y malos momentos de la vida.

Hoy, como otras tardes, he paseado junto a la mujer que ha robado mi corazón, por las viejas calles del antiguo Tiznit, visitando un taller de bisutería en plata, recorriendo angostas y enigmáticas callejuelas entre muros ancianos de adobe construidos.

He sentido su presencia, su amor, su cariño en mis manos, mientras hablamos en silencio, mientras esperamos nuestros mejores momentos.
Después, hemos ido a visitar a la madre de la niña, y en ese momento se me ha caído el cielo encima. En ese momento me he dado cuenta de que hipócritas hay allí y acá. Un hospital que no debiera recibir ese nombre, por ningún concepto. Ausencia de ventilación, pasillos sin iluminación, sin personal sanitario, lleno de suciedad. Si suciedad, que no microbios, pues los microbios son tan pequeños al lado de los posibles inquilinos roedores de ese edificio, viejo, vetusto, descuidado. Con habitaciones que tiene la ducha y el baño cerrado, con camas de antes de la guerra civil española, de un calor agobiante, y mas cerca de la Africa profunda que de un país, donde coches de lujo, grandes mansiones conviven con la miseria de ese hospital.

Un hospital, donde una vez más, aquellos que pueden hacer algo por su comunidad, como son los médicos hacen cesáreas por decreto, para así cobrar un dinero extra, para poder pagar su Toyota 4×4 de lujo.

Una vez más, me revuelvo en mi interior por una sociedad falseada, que idolatra a un Dios, mediante oración y sumisión, mientras se olvidan de seguir, el recto camino, más allá de las formas, de la oración. Se olvidan de amar a Allah con el corazón.

¿De que sirve dar el Zacat, si luego ganaste tu dinero mediante el robo, la extorsión, o el abuso profesional? ¿De que sirve postrarse ante Él, para después olvidarte de lo que dijiste, y no seguir el camino trazado?

Pero la vida sigue, y Sydra tiene toda una vida por delante. Nosotros tenemos el deber moral, como personas, como seres humanos, como musulmanes, de intentar cambiar un poco las cosas, para las nuevas generaciones, para Sydra y sus compañeros de juego. Si no lo hacemos así, no merecemos llamarnos musulmanes.