Las cosas sencillas
Estoy en Marrakech (Marruecos) a la espera de coger mi vuelo para ir a Madrid, a terminar el penoso asunto de los papeles para casarme.
Ahora me doy cuenta de porque me estoy enamorando de mi adorable Tiznit, de porque, cuando camino por sus lugares, cerca de la mujer mas maravillosa del mundo, el tiempo se detienen ante mi, la paz invade mi interior, y siento el fluir de la vida rodear mi cuerpo de felicidad. Esa maravillosa ciudad Bérber, de gentes agradables, sencillas, cordiales, en una ciudad sin prisas, con calma, con respeto, con su particular lenguaje. Tiznit Afooulki (Tiznit es hermoso).
Un lugar donde me siento en paz, donde encuentro recogimiento en el Islam; donde el Islam forma parte de la vida cotidiana de sus moradores.
Nada más lejos de Marrakech, donde preguntas a los caminantes por la mezquita más próxima, y no saben responderte. Solo a la llamada del Adhan, puedes ubicarte en la ciudad. Donde las el Islam ha dado paso a la modernidad que se confunde con la religiosidad, para aquello que queda bien de cara al exterior, para la hipocresía social, que me recuerda a épocas anteriores de mi etapa en una sociedad cristiana, tardofraquista, que dio lugar a la llegada de una democracia que vacío las iglesias, de hipocresía. Ahora la gran mayoría de los que acuden a la iglesia, son creyentes verdaderos, y no obligados.
Ahora. Me siento angustiado pues de lejos queda esa maravillosa persona, con la que quiero pasar el resto de mis días. Esa mujer adorable que reconforta, que me hace sentir tan especial.
Cuando me preguntan mis amigos, mis conocidos sobre el interés de Aicha por vivir en España, o el mio propio, la respuesta es contundente: No.
No queremos vivir en España, ni tan siquiera queremos vivir en otro lugar que no sea Tiznit, su provincia. Queremos amar la tierra que adoramos, sentar nuestras raíces, envejecer en ellas, construir en ellas, nuestro futuro, el de los que vengan, y formar parte de nuestra comunidad. Tiempo tendremos para viajar y conocer otros lugares, otras gentes, pero siempre desde la perspectiva del viajero temporal, que disfruta del conocimiento del viaje, que goza de la ausencia de la prisa, y que disfruta del tiempo lento y cadencioso, de aquellos que disfrutan de su viaje.