Sino hablará de lo que siento, de mis dudas, de mis temores, de aquello que azora mi vida, no sería yo. Vivo ahora entre dos sensaciones llenas de contradicciones que me turban y me hacen sufrir sensaciones que no deseo, y me alejan de mi realidad.
Que difícil es haber nacido en un mundo de falsa libertad, lleno de ideas libertarias llenas de consumismo, de la búsqueda del placer más inmediato, y sentir en tu corazón, el camino de Allah.
Que difícil es soportar la angustia de los días pasar, rodeados de un sin fin de trabas administrativas, unas por razón de la administración publica Española, penosa, patética, llena de incompetentes funcionarios a los que tienes que adular en demasía, para que te atiendan.
No encuentran mi partida de nacimiento en el Registro Civil Central y encima me dicen que no soy de nacido en Madrid, pese a rellenar los formularios correctamente. Dos semanas para solventarlo, y todavía no lo consigo. Ahora me dicen que si, que el papel lo vuelven a enviar por correo.
Mi divorcio no esta automatizado, y hay que buscar la sentencia a mano. Dos escritos al decanato de los juzgados de Madrid y no hay respuesta.
Del lado marroquí, un certificado de penales, que SOLO se puede obtener presencialmente en Rabat, a mas de 800 Km. de donde estoy, Tiznit.
Mientras, dos personas sufren en silencio, su silencio, el amor que sienten el uno por el otro. El deseo de compartir su vida, de sentirse juntos, de ser esposos.
La pasión brota en nuestras venas, pero nos esta vetado sentir nuestro amor, más allá de nuestro corazón.
Es difícil contener el deseo físico, el ansia de ser y estar en el otro, de sentir su calido abrazo, de apagar la sed de tu boca, de ser un ser humano.
Pasan los días, papeles arriba, papeles abajo, y en el tiempo que con ella comparto, solo se que crece en mi un sentimiento de amor, que jamás había soñado, que jamás había imaginado.
Ella es la luz de mi camino, el calor de noche, la caricia de mi sufrimiento, la amiga que siempre desee tener junto a mi, la voz que me alienta y reconforta. Dulce, cariñosa, inteligente, hermosa.
Miro sus ojos y veo en ellos su sufrimiento. Siento las lagrimas de su corazón en cada despedida, en la llegada de la noche, cuando de lejos, ella en su casa y yo en la que será la nuestra, sentimos la ausencia de nuestro amor, el calor que todavía no podemos compartir.
Poco sabe ella, de las lagrimas que bañan mis ojos, de la desesperación que me abate al pensar en la estúpida burocracia que nos aleja al uno del otro. Un grito ahogado que cierro en mis oraciones, dando gracias por todo aquello que tengo, y que otros no tienen: el amor de una maravillosa mujer. Alhamdolillah.
De ella he aprendido lo que es el respeto. El respeto que yo la tengo, el respeto que ella me tiene.
Poco importa que el Saythan se pasee por nuestra mentes, que tiente nuestros cuerpos, nuestro amor. Gana quizás una pequeña partida, pero no rompe nuestro amor por Allah, nuestras creencias, y no consigue doblegarlas.
Son momentos difíciles, pero ambos sabemos que es lo correcto, somos y queremos ser musulmanes, pero no de palabra, sino de corazón.
Nos amamos, y nos amaremos para siempre.
Inchallah
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